sábado, 7 de febrero de 2009

OÍR OYEN, PERO COMO A MUCHOS, NO LES CONVIENE ESCUCHAR...


Oír, no es escuchar.
(Oír es "aplicar el oído para escuchar". Escuchar es "prestar atención a lo que se oye").


Por Hugo César Renés

A principio del año 2002, más precisamente el 6 de febrero de ese año, la advertencia de la creciente hostilidad de las corrientes mayoritarias de opinión, que producían un permanente alejamiento de la masa social gobernada, de sus gobernantes, hizo que el poder ejecutivo nacional firmara, para descomprimir ese estado de creciente descomposición social, un acuerdo federal con los gobernadores provinciales que estableció una ambiciosa reforma política nacional.

Después de algo más de un año de aquel acuerdo, pudimos observar que ese proyecto naufragó (lo “naufragaron”), y que las grotescas e insaciables apetencias de poder de aquella "partidocracia corporativa" que llenó de angustia y desazón a millones de hogares de nuestra patria, hoy siguen intactas: no se redujeron las bancas ni en el congreso ni en las distintas legislaturas provinciales ni en los concejos deliberantes; no se eliminó la lista sábana, no se redujo el 25% de la estructura del Estado y la obligatoriedad de realizar internas abiertas y simultaneas... fue suspendida por única vez (¿y para siempre?), para que los partidos sigan siendo dominados por sus históricos "aparatos".

Todo está como era entonces. La reforma política es ya historia, para beneficio de los que supieron dilapidar en estos últimos años el esfuerzo, el trabajo y el ahorro de sus gobernados. Es este un tema que debemos retomar y exigir..., pero mientras tanto no olvidemos que fue una promesa más que no cumplieron y aquí no hay posibilidad de excluir de responsabilidad a ningún político, todos, en los tres niveles de conducción política se han hecho los distraídos. Hicieron naufragar el acuerdo federal para que a la hora de elegir, solo podamos optar por lo que ellos ofrecen. Dicho de otra forma, no tenemos otra alternativa que convalidar “democráticamente” con nuestro voto, a los herederos “naturales” de las ambiciones y decisiones (generalmente son ellos mismos), surgidas a través de la manipulación del poder de los idólatras de turno.

Ahora sabemos que señalar con el dedo a los inmorales que ocuparon y/o aun ocupan un lugar en la estructura del Estado, no alcanza, pues las denuncias populares que hablan de especulación, soborno, coima, "viveza criolla", "diezmo", "clientelismo", etc., etc., se acumulan, pero no se investigan y obviamente jamás se sancionan.

El único procedimiento democrático que tenemos entonces para superar estos males que se hayan extendidos en casi toda la dirigencia, es que todos los ciudadanos incrementemos nuestro protagonismo cívico.

Debemos ganar la calle para hacerles escuchar nuestra insatisfacción, abrir el debate público, participar activamente en los distintos medios de comunicación social y en cuanta manifestación popular haya, para revalorizar a la actividad política como espacio de construcción del bien común.

De no hacerlo, seguiremos pagando con el sudor de la frente, de los que aun podemos trabajar, los festivales de ineficiencia y de corrupción. Porque las mafias y los corruptos están esperando, agazapados hoy, en las listas sábanas de mañana, que el mal humor popular pase, las movilizaciones terminen, votemos y nos volvamos a nuestras casas.

¡Cuidado!, que el tiempo suele hacer lo suyo y ellos saben muy bien que con el paso de los días, las promesas que les arrancaron las grandes movilizaciones de protestas, los escraches, los cacerolazos, las reuniones barriales, a medida que se vayan extinguiendo,¡¡¡ jamás serán cumplidas!!!.

Tenga siempre presente que la relación entre la quita de derechos, la falta de representación y la corrupción, es directa. ¡No lo olvide!.

¡Es imperioso reaccionar!

Como lo señaló años atrás el cardenal Jorge Bergoglio, debemos revalorizar la política para que deje de ser una "política de cosmética", y para que ello sea posible, el pueblo tiene que ganar la calle para seguir materializando la protesta contra estos políticos que evidentemente no quieren despojarse de sus prebendas, pese a todas las señales emitidas por el pueblo en estos tiempos para que abandonen tanto sus privilegios como la caduca y corrupta forma de hacer política.

¡Ojo!, oír oyen, pero no quieren escuchar.

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