martes, 17 de marzo de 2009

BENITO Y LA IGLESIA DEL FUTURO


A un año de la muerte de Chiara Lübich
“Treinta años después los teólogos ven mejor que no siempre los deseos de la gente están alineados con los anhelos profundos de liberación.”

Por el P. Leonardo Belderrain
En 1964, en Roma, en el Angellicum, funcionaba el Concilio Vaticano II.
Se cuenta que un día llegó uno de los teólogos más destacados del momento Yves de Congar y le preguntaron:
-"¿Cómo cree que se aggiornaría la Iglesia ?"
-"¡Muy fácil" - dijo- "que la Jerarquía (del Curia hasta el Papa) se levanten temprano y tomen todos los días el colectivo, tren o otros medios de transporte, junto a la gente que va a trabajar. ¡En 6 meses la Iglesia es otra!".
Para aquel esquema teológico, la Iglesia vivía anquilosada en los problemas de la teología enseñada en sus seminarios donde a veces los seminaristas podían tener mas herramientas y estar mas entrenados para analizar la moral sexual de los otros que los problemas sociales acuciantes de su gente. Esta dificultad en la formación propicio que no le fuera fácil al clero distinguir aquello que decía Lacan: el deseo del anhelo. Para este esquema teológico que oscilo del pesimismo al optimismo el mundo del afuera era visualizado común espacio fascinante para la reflexión teológica y la Iglesia sólo debía sacarse el polvo de lo vetusto, dejándose impactar por la gente de la calle. En el esquema más genuino de la teología de la liberación, la Iglesia debía en contacto con los más pobres desintoxicarse desburocratizarse y así hacerse más parecida a Jesús. Treinta años después los teólogos ven mejor que no siempre los deseos de la gente están alineados con los anhelos profundos de liberación.
El deterioro moral y la decrepitud de los capitalismos de periferia contribuyo a que el clero medio se volviera de nuevo paternalista y desconfiara mas que antes en el potencial evangelizador de los pobres. La confianza y el apoyarse de los últimos Papas en algunos movimientos, como comunión y liberación, catecúmenos, Opus Dei, hace pensar que frente a los embates del secularismo, sobretodo este Papa prefiere apoyarse en aquellos grupos que ya tienen una experiencia del resucitado fundante. También las comunidades de base buscan que clamor cristiano pueda ser mas significativo y transformador que la mística new agge que parecería no haber devuelto, encantamiento y mucho menos arraigo. También los neomarxismos militantes algunos en retirada no dan garantías de ayudar a construir coexistencias más solidarias. Creo que es bastante caduco aquel esquema de iglesia quizás algo presuntuoso, donde parecería que la comunidad eclesial se abre al mundo rica de sí, y por una compasión por ese mundo casi budista. El esquema de Chiara Lübich intenta abrir una nueva perspectiva en relación a estas teologías.
Se trata de llegar a la más alta contemplación mezclados con todos los hombres, y desde comunidades mejor entrenadas para distinguir deseos de anhelos Se intenta compartir con los otros los dolores y las breves alegrías. Se trata, al decir de los focolarinos, de recuperar para el mundo comunidades fascinadas por la vida de “Jesús en medio” al servicio de los que más necesiten del amor (Jesús abandonado). Nos sentimos hechos a imagen y semejanza de Dios, cuando somos capaces de incorporar en la estructura de nuestros afectos (Trinidad inmanente), lo que venía siendo excluido. Somos más cuando huimos menos, cuando estamos mejor contenidos y podemos hospedar y relanzarnos al mundo en la construcción de redes solidarias. Sólo una autentica vida comunitaria, saca de los victimismos y de los resentimientos que denunció Niestzche de la cultura cristiana. Además el re concentrarnos en las “sombras” de lo que todavía no habla de resurrección, es lo único que nos saca del elitismo de algunas iglesias, como denunciara Hans Küng, que nos exponen a transformarnos enana secta como decía el teólogo suizo.
A un año de la partida de chiara no son pocos los cristianos que ven en ella que la cultura del desarraigo y el desencanto solo se supera con comunidades en la que todos sientan que se pertenecen. Solo desde allí uno no se siente separado del todo y puede recuperar el encanto abrirse y ser solidarios con los excluidos. Gracias, Chiara a un año de tu partida por tu teología con sabor profético hemos comprendido, que solo se vive bien si se tiene un buen “Jesús en medio ( la experiencia mística del amor reciproco que implica estar dispuesto a dar la vida por el otro)” y que solo esto garantiza que en serio se pueda amar todo lo “abandonado”. Creo que este cuento podría explicarnos mejor que yo la novedad espiritual que trajo la vida de Chiara Lubich
A un oasis llega un joven, toma agua, se asea y pregunta a un viejecito que se encuentra descansando:
-“¿Qué clase de personas hay aquí?”
El anciano le pregunta:
-¿Qué clase de gente había en el lugar de donde tú vienes?
-Oh, un grupo de egoístas y malvados -replicó el joven.- Estoy encantado de haberme ido de allí.
A lo cual el anciano comentó: -Lo mismo habrás de encontrar aquí.
Ese mismo día, otro joven se acercó a beber agua al oasis, y viendo al anciano, preguntó:
-¿Qué clase de personas viven en este lugar?
El viejo respondió con la misma pregunta:
-¿Qué clase de personas viven en el lugar de donde tú vienes?
-Un magnífico grupo de personas, honestas, amigables, hospitalarias, me duele mucho haberlos dejado.
-Lo mismo encontrarás tú aquí- respondió el anciano.
Un hombre que había escuchado ambas conversaciones le preguntó al viejo:
-¿Cómo es posible dar dos respuestas tan diferentes a la misma pregunta?
A lo cuál el viejo contestó:
-Cada uno lleva en su corazón el medio ambiente donde vive. Aquél que no encontró nada bueno en los lugares donde estuvo no podrá encontrar cosas aquí. Aquél que encontró amigos allá, podrá encontrar amigos acá.

Padre Dr. Leonardo Belderrain, Bioeticista, Capilla Santa Elena, Parque Pereyra Iraola, Consultoría en ética ambiental. Vicaría de la Solidaridad , diócesis de Quilmes

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