sábado, 23 de mayo de 2009

«COMUNICAR, ACTO DE JUSTICIA Y DE AMOR QUE MANIFIESTA LA BELLEZA DE LA VERDAD»


Mensaje pastoral del obispo para la jornada de las comunicaciones sociales
Con reconocimiento y agradecimiento a los MEDIOS DE COMUNICACIÓN que disponen de un espacio para la voz de la IGLESIA CATÓLICA.


Por Mons. Oscar Sarlinga

En la Solemnidad de la Ascensión del Señor

Queridos hermanos y fieles cristianos de la diócesis:

I - ASCENSIÓN Y COMUNICACIÓN


EL SEÑOR JESÚS, HIJO DEL DIOS BENDITO, ASCENDIÓ A LOS CIELOS Y ESTÁ SENTADO A LA DERECHA DEL PADRE, DE DONDE VENDRÁ A JUZGAR A LOS VIVOS Y A LOS MUERTOS. Esta Jornada Mundial, en el Domingo de la Ascensión del Señor al Cielo, nos recuerda el derecho y el deber de todo cristiano de «comunicar» la Buena Nueva de la Salvación, tomando parte viviente, así, del ser mismo de la Iglesia, que llama a todos y a cada uno a ser testigos del Evangelio, a atestiguar a Jesucristo con la palabra y las obras. El Santo Padre nos ha dirigido un hermoso Mensaje, basado sobre el respeto, el diálogo y la amistad [1]. De tal manera, el «testigo de Jesús», sea sacerdote, religioso, religiosa, consagrado o laico o laica (consagrados por el bautismo) comunica y transmite la fe cristiana, la vida divina, precisamente por las palabras y las obras.

II - COMUNICACIÓN Y MISIÓN RECIBIDA

De entre los seres creados para vivir en esta tierra, sólo el ser humano comunica en plenitud. En la Iglesia, el «comunicar» nos hace partícipes de una «misión común, de conjunto, en comunión orgánica», como nos lo sugiere la misma etimología del término en su raíz latina: «com» (junto con) y «municare», que proviene de «munus», que es misión, encargo, tarea, cometido, oficio por cumplir.

Estoy dirigiéndome a los fieles de esta diócesis. La comunicación a través de los medios «masivos» no tiene por qué darse, pues, en los grandes medios mundiales, ni siquiera continentales, nacionales o regionales. Al mismo tiempo, a veces tenemos pruritos al momento de utilizar dichos medios. Se podría confundir «estar dispuesto para la utilización de los medios de comunicación» con cierto afán de estrellato, aún en los niveles locales. Al contrario, más se es humilde, más y mejor se comunica. Tampoco tenemos que tener miedo, o retroceder porque pensamos que no tenemos carismas para ello. El Señor da la Gracia, si ponemos nuestra colaboración razonable. A cada uno de nosotros se nos pedirá cuenta por aquello de lo que de verdad disponemos para cumplir nuestra misión. Es evidente que nosotros no disponemos de los grandes medios. Es evidente que no tenemos un poder humano para acceder a ellos. Pero, aunque menos evidente, lo más grande es lo que se hace llevados por el Espíritu y con un corazón movido por él. Con nuestros medios modestos, nuestras radios, nuestros canales de TV urbanos, las páginas de Internet, blogs u otros medios tecnológicos (tantas veces generosamente puestos a disposición de la obra de la Iglesia) podemos hacer mucho bien, si ponemos espíritu y manos a la obra.

Pues hoy día las personas, aún en las ciudades chicas y en los pueblos, viven en contacto con una red casi constante de comunicación de pensamientos, ideas, acontecimientos y noticias que requieren de palabras de verdad, de serenidad, de llamado a la amistad social, lo cual no es otra cosa que el llamado a la verdad y al bien, ínsitos ambos en la interioridad de la persona, que es un ser relacional, llamada ella a abrirse al otro y a Dios, llamada a dar y recibir Amor. ¿Aprovechamos con espíritu de evangelización, con humildad, con ganas de ponernos a trabajar, todo este potencial?. La mente y el corazón de San Pablo Apóstol, con su intercesión, pueden ayudarnos a respondernos esta pregunta.

III - LA BELLEZA DE COMUNICAR JUSTICIA Y CARIDAD

Al mismo tiempo, «comunicar» de verdad emerge de las virtudes de la justicia y de la caridad. El Catecismo de la Iglesia católica nos refiere que el testimonio comunicado deviene, de tal modo, «un acto de justicia» que manifiesta la verdad, y la hace conocida. [2] Y el Santo Padre BENEDICTO XVI, en su reciente «Mensaje» nos hace referencia, con gran profundidad, a la tendencia fundamental y constante del ser humano «a ir más allá de sí mismo» para entrar en la relacionalidad, la relación con los otros, de tal modo que: “En realidad, cuando nos abrimos a los demás, realizamos una de nuestras más profundas aspiraciones y nos hacemos más plenamente humanos. En efecto, amar es aquello para lo que hemos sido concebidos por el Creador. Naturalmente, no hablo de relaciones pasajeras y superficiales; hablo del verdadero amor, que es el centro de la enseñanza moral de Jesús: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas», y«amarás a tu prójimo como a ti mismo» (cf. Mc 12, 30-31)”[3].

Por esta fuerza y belleza de la verdad, el anunciar a Jesucristo a través de los medios de comunicación social constituye para nosotros, hombres y mujeres del siglo XXI, uno de los más grandes desafíos, al punto de aplicársenos, también en este ámbito, el clamor de San Pablo “¡Ay de mí si no evangelizare!”. Sin hiperprotagonismos ni auto-empequeñecimientos, teniendo siempre presente que somos servidores de la Causa del Evangelio, y que el Gran Protagonista de la Evangelización es el Espíritu Santo (como lo decía Pablo VI en la Evangelii nuntiandi), tengamos presente que el Espíritu puede mover nuestros corazones a ser testigos en el mundo también en los medios de comunicación social.

Hagamos presente en nuestras mentes y corazones que ello puede constituir un magnífico ejercicio de los dones del mismo Espíritu recibidos en la confirmación, y que puede formar parte más que importante de un proyecto pastoral en nuestras comunidades. Más aún, en ese sentido, puede constituir un «martirio», en el sentido del testimonio, de la fe y de la verdad, con la ayuda de la virtud de la fortaleza, que encuentran todas ellas su plenitud en la caridad. Puede ser un «morir» a la pereza, y una realización concreta del gozo de evangelizar[4], lejos de todo unicato monopersonal (aunque con el respeto de la misión de cada uno), y haciendo partícipes a los otros. Pienso que las personas que aman de verdad experimentan a la vez el deseo de comunicar ardiente y equitativamente una riqueza interior, que es recibida de Dios, y les participan de ese espíritu también a otros que se sienten movilizados a hacerlo. Comunicar lo bueno y bello que hacen otros miembros de nuestras comunidades, es también un acto de caridad, que a su tiempo traerá bendición. Sólo que tenemos que trabajar, me parece, todavía más unidos, y colaborar de modo más comunional y, también, más organizadamente.

La Virgen Madre, que nos prepara a la COMUNICACIÓN DEL ESPÍRITU EN EL PRÓXIMO PENTECOSTÉS nos ayude en este propósito.

21 de mayo de 2009

[1] BENEDICTO XVI, Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI con motivo de la XLIII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales XLIII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales “NUEVAS TECNOLOGÍAS, NUEVAS RELACIONES. Promover una cultura de respeto, de diálogo y de amistad” Solemnidad de la Ascensión del Señor 24 de mayo 2009.

[2] Cf CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, n. 2472.

[3] BENEDICTO XVI, Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI con motivo de la XLIII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales XLIII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales “NUEVAS TECNOLOGÍAS, NUEVAS RELACIONES. Promover una cultura de respeto, de diálogo y de amistad” Solemnidad de la Ascensión del Señor 24 de mayo 2009.

[4] Cf CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, n. 2473.

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