domingo, 31 de mayo de 2009

JESÚS Y LAS URNAS ELECTORALES


Tampoco está Dios en urnas electorales cuando se emite el voto por razones de simpatía o sentimientos partidarios sin atender al programa de los candidatos y sin exigirles cumplimiento de sus promesas electoralistas.

Homilía 31.05.09

Por Mons. Miguel Esteban Hesayne. Obispo

La festividad anual de Pentecostés es una reiterada interpelación a la misión de Iglesia en cada uno de sus miembros. ¿Para qué se nos da el Espíritu Santo? Más de un bautizado ó confirmado se sentiría turbado ante esta pregunta. En cambio, un niño de cinco años evangelizado por el testimonio de su padre y de su madre, respondió que es “una fuerza para ser bueno y sin la ayuda de El nadie hace cosas buenas” ¡Qué candorosa y exacta respuesta la de ese niño! Que gravísima responsabilidad la de los padres cristianos sobre lo que ven y oyen sus chicos en algunos programas tan alejados de valores humanos como lo está el cielo del infierno. Programas que pervierten tanto a protagonistas como a televidentes complacidos con obscenidades morbosas revestidas de cierto arte escénico. En tales programas, no está Dios, el Dios de Jesucristo. Tampoco está Dios en urnas electorales cuando se emite el voto por razones de simpatía o sentimientos partidarios sin atender al programa de los candidatos y sin exigirles cumplimiento de sus promesas electoralistas.

Jesús, Señor de la Iglesia y de la Historia, ha prometido su presencia operativa mediante el Espíritu Santo-Dios para quienes quieran hacer cosas buenas para lograr una convivencia humana en armonía de derechos y deberes. Para los constructores de una sociedad liberada y liberadora de todo aquello que corrompe el corazón de las personas humanas. Para una sociedad humana cuyos hombres y mujeres sean capaces de relacionarse con Dios como al más tierno de los “padres”. Para una sociedad capaz de darse una organización que crea y respeta la dignidad de cada uno, en el cumplimiento de todos los Derechos Humanos.

Para una sociedad de iguales en la que se hace realidad la justicia en libertad y amor solidario; una sociedad sin fraudes ni promesas electorales incumplidas, en la que los que tienen más comparten en equidad con los que tienen menos; una sociedad en la que la sexualidad humana no se centra en puro erotismo egocéntrico sino sea signo del amor humano en plenitud de comunión de personas; una sociedad en la que el dinero sirva a la persona sin caer en consumismo o derroche, sino empleado para el bienestar honesto y constructivo de relaciones fraternas; una sociedad donde se vaya generando una mentalidad de aspirar a ser más, lejos de la mentalidad mercantilista y hedonista, cuyo objetivo es tener más dinero y mayor dominio despótico sobre la ciudadanía, cuyo poder se reduce a poner el sobrecito elector en la urnas; una sociedad en la que las/os cristianas/os participen, en forma lo más activamente posible, con las instituciones de juntas vecinales, sindicatos, partidos políticos para hacer surgir una convivencia pacífica y armoniosa.

El hombre o la mujer que ha sembrado en su corazón el Evangelio de Jesús va adquiriendo una mentalidad socializada con la presencia del Espíritu Santo que impulsa a encontrar lo “bueno” y hasta lo “mejor” para la convivencia ciudadana (Rom.12,1-3) No se trata de competir sino de colaborar, aún con los no cristianos, para lograr el bien común. La Fe Cristiana no hace proselitismo. Sino confiere luces y fortaleza para mostrar una convivencia humana con densidad divina. Sin especulaciones exitistas, con la humildad de servidora fiel del reinado de Dios, abre caminos de reconciliación social. Con la fortaleza del Espíritu vence la indiferencia del espectador televiso u oyente radial. En reflexión orante con la Biblia y Documentos sociales, la Iglesia-comunidad procura potenciar, con la fuerza divina del Espíritu Santo, los valores humanos, a veces desdibujados, pero presentes en grupos ciudadanos con diversas ideologías dominantes.

No se trata de alienarse en una Fe Católica inoperante ni tampoco competir con afán puritano. Oigamos al Divino Maestro que impulsa a sus discípulos a ser levadura, sal, luz en la propia sociedad. Es la estrategia política de Jesús en su Evangelio, Mateo 5, 13-16. Es el “hacer política” de la Iglesia.

Es el coraje y audacia que da el Espíritu Santo y necesita la Argentina para salir del caos político en que está sumida y así reconstruirse como Nación en Paz social con la vigencia de todos los Derechos Humanos a beneficio de todos sus habitantes, sin exclusión alguna. Pentecostés es el punto de partida de la Iglesia servidora de la humanidad en búsqueda de la unidad desde la diversidad.

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