lunes, 29 de noviembre de 2010

LOS CAMBIOS NO SON DE FONDO


En una de las tiras cómicas de Mafalda están Manolito y Felipe conversando.
-Decime Felipe: ¿Es cierto de que en la escuela los maestros pegan a los alumnos? -No. Eso era antes, hoy las cosas han cambiado.
-¿Ahora son los alumnos los que pegan a los maestros?


Por Oswaldo Pulgar Pérez
      
En una de las tiras cómicas de Mafalda están Manolito y Felipe conversando.
-Decime Felipe: ¿Es cierto de que en la escuela los maestros pegan a los alumnos? -No. Eso era antes, hoy las cosas han cambiado.
-¿Ahora son los alumnos los que pegan a los maestros?
-¡No hombre, tampoco!
En el cuadro siguiente se ve a Felipe caminando, mientras reflexiona:
-¡Como siempre! ¡Aquí los cambios nunca son de fondo!

Muchas consideraciones podemos hacer alrededor de este diálogo. Porque si bien se protege a los niños de los maestros agresivos, nos hemos ido al extremo contrario. Pareciera que toda la comunidad acecha al personal docente, para ver cuando mete la pata y denunciarlo.

Antiguamente, cuando el niño llegaba a la casa diciendo que lo habían expulsado del colegio por una semana, primero su padre le daba una buena paliza, y luego agarraba al niño y se iba con él al colegio, para enterarse del motivo del castigo.

¡Cómo han cambiado las cosas! A fuerza de aprender Psicología, ahora se piensa que al niño se puede traumatizar cuando no lo tratamos como debe ser. Los padres de hoy, que están al día con cursos de actualización familiar, cuando el niño llega a la casa expulsado, reaccionan de otra manera.

Primero le preguntan al niño, qué le hizo el maestro, y como el niño no es tonto, aprovecha para poner los dados a su favor. Puede decir, por ejemplo, que le jaló la oreja tan violentamente que casi se la arranca.

Entonces la mamá, -porque el papá está en el trabajo- agarra a la inocente criatura por un brazo y se presenta al Director del colegio, quejándose de ¡cómo es posible que a su querubín le hayan hecho eso!

Monta en cólera, porque el Director le cuenta la verdad y sale disparada a envenenar a sus amigas contra el colegio. Éstas caen por inocente y hacen el oficio de tontas útiles. Enseguida plantean la necesidad de convocar a todos los padres del colegio, e imponerles de la situación, ya que como en los campos de concentración de Hitler, el Director y los docentes han tejido una red de terrorismo en contra de sus hijos.

No estoy hablando de casos imaginarios. Esto ocurre hoy en los centros educativos. Más de una vez los padres amenazan al colegio con un abogado, porque a su parecer hay que clausurarlo por antipedagógico.

Precisamente, en estos casos, hay que meter el acelerador a fondo. No podemos convertirnos en padres sentimentales, que sufren cada vez que sus hijos provocan situaciones que ameritan mano dura. No les pasará nada, al contrario, saldrán fortalecidos del trance y agradecerán cuando crezcan, que sus padres fueron exigentes con ellos y no les dejaron pasar una.

Con esto no estoy propiciando las reprimendas físicas. No me parecen convenientes, salvo en casos verdaderamente graves. Pero esas son las excepciones a la regla.

Se obtiene más con una conversación clara, llena de afecto, en la que el niño palpará el equilibrio entre la intransigencia con el error y la comprensión con las personas.



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