miércoles, 15 de diciembre de 2010

"LA CUELGAN COMO DICTA LA LEY, O LA MATAMOS NOSOTROS"

Por decir que Jesucristo es tan sagrado como el profeta. Bibi está presa desde junio de 2009 y a los fundamentalistas poco les importa lo que dice el presidente; ellos quieren colgarla.

Es la primera mujer cristiana condenada a la horca en Pakistán por blasfemia. Su caso desató la furia de los extremistas y una fuerte presión internacional. Días atrás el presidente de Pakistán, Asif Alí Zadari, anunció que perdonaría a Asia Bibi pero los extremistas quieren que se cumpla la ley que dicta que quien blasfeme contra su profeta debe ser ahorcado. Por decir que Jesucristo es tan sagrado como el profeta. Bibi está presa desde junio de 2009 y a los fundamentalistas poco les importa lo que dice el presidente; ellos quieren colgarla.

Cae un rojo y frío atardecer entre los cánticos que llaman a la oración en la mezquita de Ittan Wali. En este poblado en el Punjab de Pakistán vivía Asia Bibi, la cristiana que se ha convertido en la primera mujer condenada en este país a la horca por blasfemia. Su caso ha desatado la ira de los extremistas y una fuerte presión internacional.

Una veintena de hombres que han terminado su trabajo en el campo o en la ladrillera se dirigen a escuchar a su imán. Aunque cuentan que Bibi y su familia eran gente tranquila que nunca dio problemas, son firmes: el código penal dice que quien blasfeme contra su profeta debe ser ahorcado.

A los vecinos de Ittan Wali poco les vale que el presidente de Pakistán, Asif Alí Zadari, haya cedido a la presión internacional, (el Papa incluido) y haya dicho que perdonaría a Bibi. "Si no la cuelgan como dicta la ley, la mataremos nosotros", se oye en el grupo de hombres. Uno de ellos, vestido con el tradicional salwar kameez, da un paso adelante y dice orgulloso: "Yo estoy listo para matarla". A Abdul Shakoor, de 26 años, le siguen varios de sus vecinos que comparten su idea. "Yo también lo haría", dice Zuqar Nain, de 20 años, con una sonrisa.

El imán del pueblo, Mohammad Salam, tiene poco tiempo para contestar preguntas antes de dar su sermón en la austera mezquita. Fue este hombre de 31 años, larga barba, quien acusó a Bibi ante la policía por blasfemia en junio de 2009.


La injuria

Cuenta que un grupo de 25 jornaleras estaban en la pausa para el almuerzo y que las musulmanas no quisieron beber del mismo vaso que usó Asia Bibi, la única cristiana. Ella se enfadó y la discusión se tornó tan acalorada que la mujer blasfemó contra Mahoma, dice el religioso.

¿Cuál fue la injuria? "Nunca podría repetirla", contesta enfadado el imán. Asegura que da igual que Bibi sea una mujer. "Debe ser castigada". Salam, que supo de la trifulca por una joven que la presenció, asegura que llevó a cabo sus propias investigaciones. Cinco días después puso el caso en la comisaría donde, según fuentes cristianas, se presionó a Bibi para que se convirtiera al Islam. Su supuesta ofensa, sostienen, fue decir que Jesucristo es tan sagrado como el profeta.

Asia Bibi, que asegura ser inocente, está en prisión desde hace año y medio. Su proceso judicial puede durar desde un par de meses hasta varios años, según los expertos. A pesar de la presión, aún existe la posibilidad de que sea ahorcada. El tribunal de Lahore ha dicho que no permitirá al presidente Zardari concederle el perdón. Mientras tanto, la ira de los fundamentalistas crece en todo el país: la semana pasada el clérigo Yousef Qureshi ofreció desde su mezquita en Peshawar una recompensa de 500.000 rupias (4.400 euros) a quien acabe con la vida de la acusada.

Su esposo y sus cinco hijos también se sienten amenazados. "Estamos huyendo, todo el mundo quiere asesinarnos", dice el marido, Ashiq Masih. Por eso dejaron su casa y no revelan su paradero. Su hija menor no va a la escuela desde entonces, explican desde un enclave cristiano en la ciudad de Sheikhupura, a 70 kilómetros de Ittan Wali, donde han sido llevadas para el encuentro por la Alianza de Minorías de Pakistán (Apma), que los protege.

Ashiq Masih parece exhausto. En sus ojos se refleja una mezcla de tristeza e indignación. ‘Estoy seguro de que la acusación es falsa e injusta: mi esposa no ha blasfemado’. Ha visitado a Bibi en la cárcel y dice que ella lo pasa muy mal en la fría y oscura celda de condenados a muerte de 2,5 por 1,5 metros. A pesar de todo, cuenta que está relativamente tranquila: ‘Confía en que Dios la salvará’. La echa mucho de menos. ‘Es una buena esposa y muy guapa’.

La familia asegura que nunca fue fácil ser católicos en una aldea de musulmanes. Para el marido era complejo acceder a un trabajo y su hija Sidra (18) afirma que en la escuela las niñas musulmanas se mofaban de ella.


Por ser Cristianos

La organización de las minorías apunta que es común que los musulmanes no quieran comer o tomar agua con los cristianos (4% de la población). Aunque también hay ejemplos de solidaridad. "Tenía un amigo musulmán que me defendió tras la trifulca de mi esposa. Pero luego tuvo que callarse porque también le amenazaron", dice.

En Ittan Wali, de 1.000 habitantes, vivía otra familia de cristianos. También ha huido. Ahora solo queda la hermana menor de Bibi, Najma, con su esposo e hijos. A la defensa de la cristiana se ha unido el gobernador del Punjab, Salmaan Taseer. Su visita a la cárcel hace un par de semanas dio esperanza a la familia. "Pero luego fue peor porque los extremistas se han enfurecido aun más", dice el marido. El propio Taseer fue amenazado.

Los grupos islamistas ya han advertido de reacciones violentas en caso de que se perdone a Bibi. "Estamos esperando la respuesta, pero nos manifestaremos en contra si no se ejecuta a la mujer", asegura Yahya Mujahid, portavoz de Yamat ud Dawa, una de las organizaciones más radicales.



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