domingo, 26 de junio de 2011

PAGANISMO DESCENDENTE

El Nuevo Orden Mundial, para lograr sus objetivos necesita producir en los países que tiene por blanco de sus ataques la debilitación de sus fuerzas políticas, económicas, de defensa y, sobre todo, espirituales.


Por Luis Antonio Leyro

Dice Hillaire Belloc en “Las Grandes Herejías”, acerca de la que él denomina herejía moderna: “Con el avance de este nuevo y terrible enemigo contra la Fe y toda esa civilización que la Fe produce, está surgiendo no sólo un desprecio hacia la belleza, sino un odio hacia ella, y a éste sigue inmediatamente un desprecio y un odio hacia la virtud”.

Y dice asimismo que este ataque moderno hacia la Fe “es una vuelta al paganismo”, distinguiendo entre un paganismo que, “saliendo de lo antiguo de Grecia y Roma [llega] hacia la consumación de la Cristiandad”, de otro que “abandona la luz de su religión ancestral y se desliza nuevamente hacia la sombra”.
Y más adelante agrega Belloc: “estamos presenciando una resurrección de la esclavitud, resultado necesario de la negación del libre albedrío”.

El Nuevo Orden Mundial, para lograr sus objetivos necesita producir en los países que tiene por blanco de sus ataques la debilitación de sus fuerzas políticas, económicas, de defensa y, sobre todo, espirituales. 
1) La debilitación de la religión y especialmente de la Católica; de ahí los permanentes ataques que ésta soporta 
2) La debilitación de la cultura nacional
3) La debilitación de las tradiciones

Las tres, interactuando en forma dinámica para acabar con la soberanía espiritual y física de las naciones. No sería erróneo constatar que, entre nosotros, tan siniestro proyecto tomó envergadura y estructura oficial a partir de la derrota de Malvinas.

Ya se mencionó (cfr. el nº 64 de “Cabildo”, correspondiente al mes de abril de 2007) que la misión de la guerra político-cultural es destrozar la cultura secular de un pueblo. Para llevarla a cabo cuenta el Imperio con el Instituto Tavistock, donde funciona el Gabinete de Guerra Psicológica Británica, que se especializa en estudios de la conducta humana y su manipulación individual y colectiva. También en Estados Unidos funciona una red Tavistock, entre cuyos institutos figuran el National Training Laboratory, que controla la Asociación Nacional de Educación, la más grande agrupación de maestros de Estados Unidos, y el Institute for the Future, encargado de promover la legalización del aborto y la homosexualidad, la despenalización de las drogas, etc.

En el recomendable y nunca refutado libro de Carlos Manuel Acuña, “Verbitsky: de La Habana a la Fundación Ford”, se puede leer la siguiente cita de Wright Putnam (“La Agenda Sexual”): “Las familias norteamericanas observan la magnitud del problema en las escuelas públicas, donde los niños están obligados a recibir información sobre sexo explícito y orientación sexual, una cuestión inducida, inimaginable años atrás”.

Por su parte, Alan B. Jones (“Cómo Funciona Realmente el Mundo”) manifiesta que: “En los documentos secretos de la Fundación Carnegie para la Paz Mundial se solicitaba a la Fundación Ford que asumiera la responsabilidad de controlar la educación respecto a los temas nacionales, mientras que la Carnegie haría lo mismo con relación a las internacionales. La educación orientaba a la socialización, lo cual, a su vez, permitiría una fusión cómoda para formar un todo fácilmente controlable por las élites desde la cumbre. Eso requería la previa idiotización de la sociedad norteamericana”.

Y más adelante agrega que “en los últimos años hemos establecido tres importantes industrias que han sido contraproducentes en ese aspecto, a saber: la asistencia social, la droga y la educación pública”.

Propone, al fin, como parte de una solución a sus problemas que “los norteamericanos sospechosos de participar en el sindicato del crimen, ya sean dedicados al negocio bancario clandestino, al gobierno o al crimen local, deberán ser acusados y sometidos a juicio. Sin la figura del escándalo público, es poco probable que la sociedad norteamericana se conmueva lo suficiente”. Sana idea.

Volviendo a lo nuestro, dice Ortega y Gasset: “Ved ahí a vuestros hijos que los entregáis a un educador: ponéis vuestro oro en las manos de un orífice cuyo arte desconocéis”.

Pues bien, al respecto, una Resolución de la Honorable Cámara de Diputados de Mendoza del 10 de julio de 1987, firmada por el Diputado Ariosto Falachi, en Foja 6 dice: “Nuestra oposición a la implantación de un programa que se presenta rodeado de tales características, según nuestro punto de vista, es incompatible con la función educadora de la familia y de los valores éticos y morales que conforma la tradición espiritual argentina […]
El contenido sustantivo que se advierte en este programa, referente a la temática sexual a instrumentar en niños y jóvenes, pertenece a la corriente educativa que podríamos identificar como psicologismo sexual que habría tenido notorios expositores en Europa y modernamente a través de las teorías del brasilero marxista Paulo Freire.
Tales corrientes del pensamiento son contrarias a la tradición cultural y espiritual argentina y, además, habrían fracasado en países que la implementaron como Alemania y España, por el deleznable resultado que en materia de proliferación de la prostitución, homosexualidad, drogadicción, etc, produjeron en dichos países”.

La breva no estaba aún madura cuando de este modo cuerdo habló el señor Falachi. Pero aquellos polvos trajeron estos lodos. Cierto, los programas de entonces pueden no ser exactamente los mismos de ahora. Son peores. Pero además, y teniendo en cuenta todos los antecedentes, creo que los padres tendrían algo que decir.

Konrad Lorenz, Premio Nobel de Medicina, en “Los Ocho Pecados Mortales de la Humanidad Civilizada”, en el capítulo “Muerte en vida del sentimiento”, luego de exponer distintos sistemas de aprendizaje, menciona la función conocida como adaptación o adecuación de los sentidos (o de los receptores).

Más adelante acota: “La elevada intolerancia contra el desagrado, asociada a una atracción decreciente del placer (debida al entumecimiento causado por la habituación) ha hecho perder a los hombres la capacidad para invertir un trabajo penoso en empresas que aportan beneficios lisonjeros mucho más tarde. El desvanecimiento paulatino de la capacidad para saborear los acontecimientos placenteros se origina, en su mayor parte, con la habituación a situaciones cada vez más estimuladoras; no es de extrañar que los hombres indiferentes busquen situaciones excitantes siempre nuevas. Para quien padezca esa enfermedad cultural crónica [las cosas] perderán todo su atractivo cuando hayan disfrutado de ellas un cierto tiempo y lo mismo ocurrirá con la amante, el amigo e incluso el hogar […] Al perderse la capacidad para perseguir objetivos distantes se desvanecen todos los comportamientos diferenciados del galanteo y emparejamiento, tanto los programados en función del instinto como de la cultura”.

Precisamente, uno de los objetivos de la Guerra Política Cultural es la adaptación gradual a las condiciones de deterioro moral progresivo (zonas rojas, por ejemplo), la indiferencia ciudadana ante la inmoralidad, y dañar la capacidad del individuo para formar relaciones estables, dado que una persona sana haría por su familia sacrificios que no realizaría por sí mismo.

Robert Ardrey demostró con sólidos argumentos en “Génesis en África” que los instintos más importantes en el hombre y la mayor parte de los animales son —en ese orden— la territorialidad y la jerarquía. Añade que “si se observa a un animal obsesionado por el sexo, es simplemente porque es el único instinto que tiene una espita de salida en cautividad”. Platón a su turno decía que “la educación es la ciudadela del Estado”. Visto y considerado lo que llevamos dicho, habría que preguntar: ¿de cuál?

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