lunes, 26 de diciembre de 2011

LAS VENTAJAS DE SER MUJER

Mi intención aquí es alertar a mis compañeros de sexo sobre las ventajas de convertirnos masivamente en mujeres. No hay ningún riesgo, no duele, y está permitido ser lesbiana.

Escribe Ricardo ¿Guillermina? Cardinali
(machista con perspectiva de género)

Introducción (con perdón de la palabra)

Como es de público conocimiento la Honorable Cámara de Diputados de la Nación dio media sanción a la llamada Ley de Identidad de Género. Distintas entidades de lesbianas, gays, trans, bisexuales recibieron con satisfacción la concreción de este viejo anhelo, que por fin tuvo favorable acogida.

No es mi intención aquí hacer un exhaustivo análisis de esta brillante pieza legal en gestación sino alertar a mis compañeros de sexo sobre las ventajas de convertirnos masivamente en mujeres. No hay ningún riesgo, no duele, y está permitido ser lesbiana. Y no crean que es una broma; ni ahí. Estoy hablando seriamente y como abogado. Van a ver.

Antes y ahora

Hubo una época oscura y tenebrosa de la humanidad, en que la partera cazaba a la cría recién nacida de una pata y luego de cortarle el cordón y darle la palmadita de práctica en la nalga para que llore, exclamaba solemnemente: “¡Es un varón!” o “¡Es una nena!”.

Afortunadamente esa edad sombría ha quedado definitivamente atrás y ahora para saber qué carajo es lo que nació habrá que esperar a que cumpla los dieciocho años.

Eso sí, como ser persona, es persona. De acuerdo al art. 30 del Código Civil “son personas todos los entes susceptibles de adquirir derechos, o contraer obligaciones.” Ya no se podrá decir si es nena o nene. De aquí en más, nació un “ente”. Y así se quedará hasta que el ente decida que quiere ser. (Hay una excepción para el caso en que los padres del menor lo decidan, pero no es general así que a fin de nuestro estudio no interesa. Podría darse, un suponer, que el legítimo matrimonio entre Eduardo y Enrique adopte un hijo varón, pero descubren que en realidad el pequeño se siente mujer; el proyecto faculta –siempre con el consentimiento del menor- a sus amantes padres para someterlo a una castración, si ella fuera necesaria para su adecuada autopercepción).

Dejando de lado las excepciones, la cuestión es que eso de andar dividiendo a la gente en hombre y mujer, es retrógrado. Y no te digo nada de regalarle autitos o Barbies, según el caso. ¡O hacerles agujeritos en las orejas a las ex nenas para ponerles aritos de oro! Eso ni retrógrado. Me corre un chucho de sólo pensarlo. Eso es fascista.Brrrrrrrrrr…

Pero por suerte nuestros sublimes legisladores han superado ese oscuro pasado de la dictadura cromosomática con la media sanción de esta norma progresista e igualitaria Es una norma tan progre que estuve tentado de agregarla con fibra roja a la lista “DOSCIENTAS RAZONES PARA NO SER PROGRE” que tengo pegada con un imán con forma de tortuguita en la puerta de la heladera para acordarme cada vez que me levanto o voy a buscar una birra. Pero luego reflexioné y rechacé la tentación.

Estoy de acuerdo con el anteproyecto, por las causas de hecho y de derecho que expondré a continuación. Fijesén:

Algunos artículos divinos, divinos, divinos

El artículo 2 dice: “Definición. Se entiende por identidad de género a la vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente, la cual puede corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento, incluyendo la vivencia personal del cuerpo. Esto puede involucrar la modificación de la apariencia o la función corporal a través de medios farmacológicos, quirúrgicos o de otra índole, siempre que ello sea libremente escogido. También incluye otras expresiones de género, como la vestimenta, el modo de hablar y los modales.”

“Tal como cada persona la siente”, dice el texto. O sea, si vos la sentís y te gusta, sos mujer.

Después del artículo 2 viene, naturalmente el 3. Es raro que en este anteproyecto algo venga naturalmente pero en este caso, viene el 3:

“Art. 3º.- Ejercicio. Toda persona podrá solicitar la rectificación registral del sexo, y el cambio de nombre de pila e imagen, cuando no coincidan con su identidad de género auto percibida.”

¿Vas entendiendo cavernícola? Si la sentís, te gusta y te autopercibís, pedís el cambio de documento. Aquí van los requisitos:

“Art. 4º.- Requisitos.

1. Acreditar la edad mínima de 18 años de edad, con excepción de lo establecido en el artículo 5º de la presente ley;

2. Presentar ante el Registro Nacional de las Personas o sus oficinas seccionales correspondientes, una solicitud manifestando encontrarse amparada por la presente ley requiriendo la rectificación registral de la partida de nacimiento y el nuevo documento nacional de identidad correspondiente, conservándose el número original.

3. Expresar el nuevo nombre de pila elegido con el que solicita inscribirse. En ningún caso será requisito acreditar intervención quirúrgica por reasignación genital total o parcial, ni acreditar terapias hormonales u otro tratamiento psicológico o médico.”

Bueno, tenemos entonces que el sujeto va al Registro Civil, quiere ser mujer porque lo siente, no necesita probarlo ni debe acreditar tratamiento médico o psicológico alguno, se elige un nombre, y chau picho, es mujer.

Y hace negocio.

Ser mujer es negocio

Desde el punto de vista que antiguamente se conocía como masculino, he llegado a la conclusión de que es negocio ser mujer, porque:

No duele. No hay que operarse ni inyectarse nada, ni nada. Usted va y dice que siente que es mujer y ya está, es mujer. Tampoco tiene que probar que lo sienta. Y de paso te la encargo que pruebes un sentimiento íntimo. ¿Con qué lo probás? ¿Con testigos? ¿Un acta ante Escribano Público? Recordemos que no son necesarias pericias psicológicas ni médicas. El tipo dice que es mujer y ya.

Ahora supongamos que el que declara que es mujer es un barbudo. ¿Qué problema hay? No tuvo tiempo de depilarse. Supongamos que el barba va vestido de traje y corbata. Y nada de traje rosa, zapatos de charol y corbata fucsia. Traje negro, camisa blanca, corbata azul y modales recios. Es más, si no fuera porque declara que es mujer, parecería un hombre. No importa. Lo único que falta es que la discriminen por sus modales o por su vestimenta, pobre mujer.

Y ya que estamos, supongamos que el barba es un tremendo atorrante levanta minas. ¿Y qué? ¿No puede ser lesbiana?. ¡Faltaría más que lo discriminen por su elección sexual! Sea por lo que fuere, nuestro barbudo, Carlos Pérez se transforma por arte de magia en Carla Pérez, hecho del que se enteran él y el del Registro Civil, porque el cambio de nombre no se dará a publicidad, de acuerdo a lo normado por el art. 9 segundo párrafo del anteproyecto.

Es así que Carlos Pérez –secretamente devenido en Carla- sale feliz del Civil en busca de cumplir con su propósito inconfesable: levantarse a la lesbiana que le faltaba en su colección de mujeres y que nunca le dio bolilla… porque le gustan las mujeres. Y ahí nuestro sagaz conquistador pelará decidido su nuevo D.N.I., como prueba indudable de que es mujer ya que en virtud del artículo 7, tercer párrafo “En todos los casos será relevante el número de Documento Nacional de Identidad de la persona, por sobre el nombre de pila o apariencia morfológica de la persona.” (y no me salga que repite la palabra “persona” en la misma frase, esas son sutilezas irrelevantes). Y si la lesbiana no le da bola, la denuncia al INADI por discriminar a las lesbianas.

En fin, a cualquier hombre de los de antes, el panorama se le presenta sumamente alentador porque:

+Entra gratis a los boliches. Si el patovica no lo quiere dejar pasar, muestra el documento. Si se sigue negando, INADI.

+Puede entrar al baño de las mujeres. Si chillan, les muestra el documento. ¿Siguen chillando? INADI.

+Puede excluir a la mujer que venía en la lista de acuerdo a la ley de cupos. Si la excluida se queja, INADI y expulsión del partido, por machista.

No me diga que no es para pensarlo. Total, si se arrepiente, hace un trámite judicial, vuelve a ser hombre (art. 8) y aquí no ha pasado nada.

Está bien que se corren algunos riesgos, porque los lectores a los que va dirigida esta nota seguramente buscan mujeres antiguas, esas que no había que construir sino que ya venían hembras de fábrica y se pueden llevar el chasco de toparse con algunas de éstas nacidas por ministerio de la ley. Hay un método infalible para distinguirlas. Lleve consigo un pañuelo verde y pregúntele de qué color es. Si le responde secamente “verde”, raje como alma que lleva el diablo.

Pero si la respuesta es verde inglés, verde musgo, verde loro, verde noche, verde petróleo (¿De dónde ven verde al petróleo las minas, por Dió?), quédese tranquilo. Esa seguro que es mujer, y de las buenas.


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